En la Siria post Asad, el humor como terapia para pasar página
En la Siria post Asad los comediantes rompen tabúes burlándose del poder derrocado, de sus temibles y represivos servicios de inteligencia y hasta buscándole las cosquillas al nuevo poder instalado en Damasco.
"El régimen cayó", lanza desde el escenario el humorista Melki Mardini, refiriéndose a la huida precipitada de Bashar al Asad el 8 de diciembre, cuando los rebeldes tomaron Damasco tras una ofensiva relámpago de 11 días.
En una galería de arte de la capital siria que acoge un espectáculo de stand-up, al principio el público permanece en silencio. "¿Aún tienen miedo?", les pregunta el humorista, provocando aplausos y risas incómodas.
Durante dos horas, 13 comediantes, entre ellos una mujer, del colectivo Styria (juego de palabras que combina Siria e histeria) se suceden, contando anécdotas personales como una detención, la forma de evitar el servicio militar obligatorio o cómo conseguir dólares en el mercado negro.
"Hacía dos años que hacíamos stand-up", explica Melki Mardini, de 29 años, a AFP. "Nunca imaginamos que algún día podríamos expresarnos con tanta libertad", resalta.
Ahora sus espectáculos son "espacios seguros", dice aliviado. "Podemos dar nuestra opinión sin molestar a nadie, excepto a Bashar", comenta risueño.
En los tiempos de Bashar al Asad hablar de política, religión o sexo era tabú, en un país destrozado por más de una década de un conflicto devastador que provocó un colapso económico, y donde las libertades públicas estaban coartadas y toda disidencia era reprimida.
"Un chiste sobre las elecciones, usar la palabra dólar o mencionar el nombre del presidente" podía traer problemas a un comediante, recuerda Mardini.
- Vidas marcadas por el miedo -
"Siria quiere la libertad", proclama por su parte el humorista Rami Jabr al subir al escenario.
"Este es el primer espectáculo que presentamos sin los mujabarat" en la sala, se alegra, refiriéndose a los temibles servicios de inteligencia.
Habla sobre su experiencia en la ciudad de Homs, apodada "la capital de la revolución" en marzo de 2011 al inicio de las manifestaciones contra el régimen, que fueron reprimidas con sangre.
Representante comercial para una empresa extranjera, cuenta que fue detenido un mes por varios servicios de seguridad, golpeado y torturado, incluso con un taser, bajo el pretexto de que era un "infiltrado" encargado de sembrar el caos en Siria.
Al igual que él, los comediantes provenientes de diversas provincias relatan una vida marcada por ese "miedo" que, desde hace décadas, paraliza a los sirios.
Husein al Rawi explica a su público que nunca da la dirección de su domicilio, vestigio de las paranoias de antaño.
"Siempre tengo miedo de que él regrese", confiesa, en alusión a Bashar al Asad. Optimista, espera "una Siria mejor, que pertenezca a todos".
"Hoy en día ya no hay restricciones, no tenemos que rendir cuentas, ni tenemos miedo de nadie", subraya Said al Yajshi, un comerciante de 31 años que vino a ver el espectáculo.
Ni siquiera del nuevo poder, surgido de una coalición heterogénea de grupos rebeldes islamistas y exyihadistas.
Cuando no está en el escenario, Mary Obaid, de 23 años, es dentista. "Exponemos todo lo que llevamos dentro y lo hacemos también en nombre de todos los sirios", confiesa.
"Cada uno habla de su experiencia personal. El público reacciona como si cada historia fuera la suya", asegura.
Cauta, Mary aún espera ver "qué van a hacer", en referencia a la nueva dirección del país.
"Estamos en un momento decisivo, pasamos de una era a otra. Ahora somos el país de la libertad, podemos exponer nuestras reivindicaciones. De ahora en adelante nunca más el miedo", destaca.
A.Famiglietti--LDdC