"Demasiado seco": cafetales de Brasil padecen el clima y disparan precio mundial del grano
Una mañana de septiembre de 2024, Moacir Donizetti Rossetto revisaba los cafetos de su finca familiar en el interior de Sao Paulo, Brasil, cuando sintió olor a humo. Horas después, el fuego llegó hasta su tierra.
"Fue desesperante: ver las llamas avanzar, destruir nuestra plantación, llegar a veinte metros de mi casa", recuerda este pequeño productor de 54 años, uno de los cientos que sufrieron el peor incendio forestal registrado en Caconde, el municipio paulista de mayor producción de café.
Los vecinos creen que el fuego empezó por una quema descontrolada de basura, aunque la magnitud del daño se debió a una situación climática: la sequía.
En Tokio, París o Nueva York, tomar café costará cada vez más caro y eso se explica por realidades como la de Caconde: el calor y las lluvias irregulares están castigando a los cafetales de Brasil, el mayor productor y exportador mundial del grano.
La familia de Donizetti Rossetto luchó cuatro días contra el fuego, que arrasó el paisaje tupido de su finca remota entre las sierras de la Mata Atlántica (bosque tropical), un bioma que cubre parte de Sao Paulo, el estado más rico y poblado del país.
Las llamas devoraron cinco hectáreas de cafetos, un tercio de la producción familiar.
"No sólo perdimos en la cosecha de este año sino también a futuro, porque demorará tres o cuatro años hasta que esta tierra vuelva a producir", lamenta el hombre junto a sus plantas de café aún chamuscadas y ennegrecidas por el hollín.
"Desde hace unos cinco años está demasiado seco, a veces no llueve por meses", dice. "El calor también aumentó mucho, no se aguanta. Cuando llega la época de la floración, el café no tiene agua y no resiste", explica.
Según estudios oficiales, Brasil vivió en 2024 su año más caluroso desde el primer registro en 1961. También padeció un récord de incendios forestales en 14 años, la mayoría de origen humano y agravados por la sequía.
La ciencia vincula ambos fenómenos, las temperaturas elevadas y la sequía, al calentamiento global.
- Sufre Brasil, paga el mundo -
Con una producción estimada de 55 millones de sacos de café en 2024, más de un tercio de la producción mundial, Brasil marca el pulso del precio internacional.
El valor de la libra de arábica, la variedad más consumida, alcanzó en diciembre su máximo desde 1977. Cotizó a 3,48 dólares en la bolsa de Nueva York, con un aumento de 90% en menos de un año.
"Trabajo en el café desde hace 35 años y nunca vi una situación tan difícil como la actual", dice el caficultor Guy Carvalho, uno de los consultores brasileños más reconocidos del rubro.
"Las altas temperaturas y las lluvias irregulares obligan a invertir más para obtener la misma o menor producción que en el pasado", explica. "Después de la última gran zafra, en 2020, siempre tuvimos algún problema climático".
Carvalho dice que los altos precios se explican en buena medida por la "frustración" ante cuatro zafras decepcionantes en Brasil, entre 2021 y 2024, y ante la previsión de que los malos resultados se repitan en 2025.
El panorama de precios se complica aun más por factores geopolíticos, como las posibles trabas arancelarias tras la asunción de Donald Trump en Estados Unidos y las regulaciones europeas sobre deforestación.
- En busca de café sustentable -
Frente a las inclemencias climáticas, algunos caficultores brasileños ensayan estrategias alternativas como solución.
En Divinolandia, otro pequeño municipio cafetero paulista a 25 kilómetros de Caconde, el productor Sérgio Lange recurre a una técnica ancestral contra el calor: plantar sus cafetos bajo la sombra de árboles.
"Cuando yo nací, esta región era fría, el agua se congelaba en invierno", dice Lange, de 67 años. "Eso hoy no existe más. Con estas temperaturas, el modelo actual de producción tiene los días contados".
El café arborizado, que replica el hábitat de la planta en sus orígenes africanos, no sólo sufre menos el calor sino que madura más lento, lo que favorece un grano mayor, más dulce y por tanto más valorado en el mercado.
Asociado a otros cincuenta colegas, Lange aplica desde 2022 un modelo de "caficultura regenerativa": en coexistencia con otras especies, sin agrotóxicos, con agua de manantial.
"Al principio cae la productividad, pero la expectativa es un resultado fantástico dentro de cuatro o cinco años", señala, y muestra orgulloso sus cafetos robustos sobre la geografía montañosa.
"Sustentabilidad es heredar esta tierra a mis hijos mejor que como la encontré", remata.
F.Bellezza--LDdC