Una opositora filipina pelea, desde la prisión, por su escaño en el Senado
Desde la cárcel, la senadora filipina Leila de Lima lleva a cabo una singular campaña para conservar su escaño, más motivada que nunca por el deseo de seguir luchando contra su enemigo jurado, el presidente saliente Rodrigo Duterte.
La principal opositora a la mortífera "guerra contra la droga" de Duterte está detenida desde hace cinco años por cargos de narcotráfico, que según esta abogada de 62 años fueron inventados para silenciarla.
Organizaciones de derechos humanos han calificado el caso como una "parodia de la justicia".
Todo eso no la ha "destruido", afirma. Está decidida a presentarse de nuevo en mayo "para demostrar" que no ha terminado con su "misión", dijo Lima en una carta manuscrita con el membrete del Senado enviada a la AFP desde la sede de la policía filipina en Manila, donde está detenida.
"Fui encarcelada porque luché por la verdad y la justicia y contra la tiranía y la impunidad. Hice bien en luchar por eso y seguiré haciéndolo para demostrar que vale la pena el sacrificio", afirmó.
Antes de su detención en febrero de 2017, pasó una década investigando sobre las miles de personas que habrían sido asesinadas por los "escuadrones de la muerte", de cuya creación se acusa a Duterte, entonces alcalde de Davao.
Lima dirigió esas investigaciones como Comisionada de Derechos Humanos, luego ministra de Justicia del presidente Benigno Aquino de 2010 a 2015.
- "Venganza" -
En el Senado, donde fue elegida en 2016, era una de los pocos opositores. La gran mayoría son cargos electos que apoyan a Duterte, elegido ese mismo año.
Según Lima, las acusaciones son una "venganza" del jefe de Estado para callarla y advertir a cualquier opositor.
Duterte, quien no puede postular para un segundo mandato, es investigado por la Corte Penal Internacional (CPI) por la guerra antidrogas marcada por miles de asesinatos cometidas por las fuerzas de seguridad.
Una vez que deje el poder, no tendrá la inmunidad y podrá ser procesado.
Lima está recluida en un centro donde las condiciones de vida son algo mejores que en otras prisiones superpobladas del archipiélago.
La senadora, autorizada a hacer ejercicio, jardinería, leer periódicos y libros, lleva una vida solitaria.
Antes de la pandemia, podía ver a toda la gente que quisiera. Desde entonces, solo sus dos hijos, sus abogados, sus médicos y personas acreditadas pueden hacerle visitas cortas.
Sin celular o internet, no puede participar de las sesiones del Senado y no tiene más remedio que escribir cartas y mensajes que los asistentes recogen en la prisión.
"Aprendí a no tener pensamientos negativos y a pensar, en cambio, en mi familia y en la gente que cree en mí y lucha conmigo. Soy mucho más fuerte de lo que pensaba", dice.
Desde su arresto, uno de los tres cargos contra ella fueron desestimados y dos testigos de la acusación murieron. El hecho de que las causas judiciales se alarguen no es inusual en Filipinas.
Mientras tanto, se mantiene optimista, esperando su liberación independientemente de quien reemplace a Duterte.
Reconoce que su candidatura al Senado está motivada por el deseo de "ayudar a salvar" los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho, pero también por venganza.
"Quiero tener la oportunidad de ir por Duterte y todos los responsables de mi situación, además de pedirles cuentas por los miles de asesinatos que han cometido y los miles de millones que han saqueado", afirmó.
Lima admite que su reelección será difícil y las encuestas muestran que tiene pocas posibilidades.
A fines de diciembre, grabó videos para su campaña electoral y no piensa abandonar. "Sacó fuerzas de la verdad de mi inocencia", dice.
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D.Gismondi--LDdC